24 feb 2013

"La vida no tiene precio"


"Partir e irse. Virarse, subirse, marcharse, alejarse, distanciarse. La pequeña emoción del separar. Ver ojos vidriosos, la lágrima trabada a flote, resistida en salida. Queda la pregunta, el cómo queda el rostro del alma. Una vez me dijeron que quien se queda sufre. Mientras, la despedida de los semáforos casi en medianoche, dibuja junto a los postes de luz una ciudad, un campo de lava, una serpentina navideña, una capital empobrecida hacia lo oscuro, hacia el margen que minuciosamente señala la ida. Partir e irse, virar, subir, marchar, alejar, distanciar."

Estas palabras son tu propio pensamiento, las vi en tu facebook, las copio por que hoy me identifiqué con: una vez me dijeron que quien se queda sufre.

Dolió. Creo que he sufrido mas con cada partida de quienes amo, quedándome en el lugar de siempre a esperarlos que despidiéndome yo. Son tantas las veces que me he quedado tras ir a dejarlos, despedirlos en un aeropuerto, o terminal.
Hoy ha sido un día difícil. No quería mascarlo, pero hubo que hacerlo, poco a poco lo hemos ido masticando, aunque costara mas de lo acostumbrado.

El corazón de madre pocas veces se equivoca. Tengo la sensación que le gustará donde va. Ya estuvo una vez en aquel lugar, sabe de sus calles, del olor a bares no conocidos, pelotazos directos a gol en un estadio que al conocerlo, lo vió vibrar de emoción.

Mi hermana dice, comenzaron solos, media novedad. Aprendimos de ser dos, pasar a cuatro. Esa es la diferencia.
Hay que seguir solos. Cómo empezar a ser dos, sabiendo el haber disfrutado cuatro. No es soledad lo que nos queda, todo lo contrario. Nuestro mundo está repleto de recuerdos, abrazos, besos, de decirnos te amo a diario. Es el vacío que dejan sus espacios de miradas, risas locas, canciones gritadas emotivamente, ejerciendo en nuestros oidos a través de las paredes. El vacío está, pero está lleno de recuerdos. Su cama, olor, juguetes, libros, closeth, murallas, fotografías, es todo un mundo que hemos forjado por medio de nuestro amor incondicional de padres y familia.

Creo que por primera vez he visto en los ojos de mi esposo, algo que no conocía, temor. Sus ojos brillan cada vez que algo le recuerda a su hijo que otra vez volvió a partir. Va a su dormitorio, se recuesta en su cama, a oscuras y en silencio. Con ternura dedica su entrega a quien lo ha dado todo, Dondy.

Somos un mundo, nuestro mundo que seguirá esperando en el mismo lugar de siempre, nuestra casa.

Te amamos hijo, hasta el fin de nuestros días.
Que Dios y la Virgen te acompañen y bendigan cada día de tu existencia.

Vuelve a caminar, sigue tus sueños.


La vida no tiene precio...y los sueños tampoco.


Marcela Opazo Castro





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